Existen unos cuantos a lo largo de nuestra vida, incluso podríamos utilizarlos para cuantificar qué tanto hemos obtenido de ésta y qué tanto hemos sabido sacarle provecho. Por más que nos empeñemos en intentar ver más allá de todo esto, la existencia no es mucho más que eso: momentos. Momentos que se van, momentos que se repiten, momentos que recordar, momentos que olvidar, momentos inigualables y momentos irrepetibles.
Siempre tenemos el afán de seguir yendo a por más, pero en muchos casos, en lugar de momentos nuevos, pretendemos vivir de nuevo aquello que se fue, de repetir lo que ya se vivió, aunque no sea posible. Ahí radica la complicación, las cosas no vuelven, lo que desapareció se esfumó, se consumió y jamás se repondrá. Recurrir a los recuerdos para revivir esos momentos es tierno, es bonito y es bueno, pero vivir de ellos es todo lo contrario y en definitiva no es vivir. Las fantasías nos dan fuerzas, nos sirven de oasis momentáneo para afrontar la realidad, pero no se puede depender de ellas, porque en verdad son un espejismo y cuando despertemos no habrá más que desolación a nuestro alrededor.
En esta vida hay dos tipos de personas: las que viven y las que vegetan. Ensoñar es vegetar, mantenerse recordando hasta morir, jamás actuar para realizar algo más que lo que se está marcado para sobrevivir. Vivir, bueno, vivir es mucho más complejo, supone arriesgar y muchas veces perder, pero muchas otras ganar. Vivir no es una cualidad que solo pertenezca a nosotros, pero la connotación que le damos es inherente a nosotros. El vivir es por tanto complejo, tanto como un humano. Es así como la complejidad de la vida depende enteramente del humano que la viva.
Pese a lo complejo de cada vida, todos queremos sentir plenitud de una u otra manera, y en este mundo de la imperfección encontrar lo que imperfectamente nos sea perfecto. Para esto, pues, habrá que equivocarse y no tener miedo a los resultados, ya que si se vive con miedo se muere con miedo y vegetando se existe mientras se recuerdan mejores momentos ya pasados hasta el final de la vida. Es simple, los momentos irrepetibles nunca serán los mismos, siempre tendrán algo especial que no se podrá repetir, pero habrán otros momentos mágicos por otros motivos especiales, solo hay que saber superar el pasado para poder vivir el presente.