martes, 31 de diciembre de 2013

Ensoñar es vegetar

En el mundo de la imperfección, existen momentos que podemos llamar, sin embargo, perfectos.
Existen unos cuantos a lo largo de nuestra vida, incluso podríamos utilizarlos para cuantificar qué tanto hemos obtenido de ésta y qué tanto hemos sabido sacarle provecho. Por más que nos empeñemos en intentar ver más allá de todo esto, la existencia no es mucho más que eso: momentos. Momentos que se van, momentos que se repiten, momentos que recordar, momentos que olvidar, momentos inigualables y momentos irrepetibles.

Siempre tenemos el afán de seguir yendo a por más, pero en muchos casos, en lugar de momentos nuevos,  pretendemos vivir de nuevo aquello que se fue, de repetir lo que ya se vivió, aunque no sea posible. Ahí radica la complicación, las cosas no vuelven, lo que desapareció se esfumó, se consumió y jamás se repondrá. Recurrir a los recuerdos para revivir esos momentos es tierno, es bonito y es bueno, pero vivir de ellos es todo lo contrario y en definitiva no es vivir. Las fantasías nos dan fuerzas, nos sirven de oasis momentáneo para afrontar la realidad, pero no se puede depender de ellas, porque en verdad son un espejismo y cuando despertemos no habrá más que desolación a nuestro alrededor.

En esta vida hay dos tipos de personas: las que viven y las que vegetan. Ensoñar es vegetar, mantenerse recordando hasta morir, jamás actuar para realizar algo más que lo que se está marcado para sobrevivir. Vivir, bueno, vivir es mucho más complejo, supone arriesgar y muchas veces perder, pero muchas otras ganar. Vivir no es una cualidad que solo pertenezca a nosotros, pero la connotación que le damos es inherente a nosotros. El vivir es por tanto complejo, tanto como un humano. Es así como la complejidad de la vida depende enteramente del humano que la viva.

Pese a lo complejo de cada vida, todos queremos sentir plenitud de una u otra manera, y en este mundo de la imperfección encontrar lo que imperfectamente nos sea perfecto. Para esto, pues, habrá que equivocarse y no tener miedo a los resultados, ya que si se vive con miedo se muere con miedo y vegetando se existe mientras se recuerdan mejores momentos ya pasados hasta el final de la vida. Es simple, los momentos irrepetibles nunca serán los mismos, siempre tendrán algo especial que no se podrá repetir, pero habrán otros momentos mágicos por otros motivos especiales, solo hay que saber superar el pasado para poder vivir el presente.

martes, 26 de noviembre de 2013

El libro

Las motas de polvo se bañaban de tonos dorados para luego desaparecer en el vaivén del aire mientras entraban y salían del haz de luz que se colaba por la ventanilla rectangular, única iluminación del viejo desván. Su suelo era de tablas de madera, y estaba gobernado por alguna pequeña araña y sus osadas y magníficas telas. El sitio estaba repleto de numerosas cajas de distintos tamaños cubiertas por una grisácea capa de polvo, así como viejos juguetes; un pequeño caballito de madera al que el tiempo había pasado factura y en el que se podía adivinar que había dado muchas horas de diversión, unos cubos en los que, aún a pesar de sus descoloridas superficies, se podían descubrir las letras "a" o "g" y unas desgastadas vías de tren, apiladas al lado del caballito, que debían de haber servido como guías para un espléndido trenecito de cuerda.

Pero lo que dominaba la estancia era un viejo pero majestuoso e imponente librero de tonalidades caoba que se encontraba opuesto a  la ventanilla y, por tanto, iluminado plenamente por la luz. Estaba a rebosar de libros de diversos colores, algunos con los lomos tan desgastados que ni se podían leer título o autor, sin embargo en algunos se descubrían nombres como "Sinuhé, el egipcio", "El viejo y el mar", "Veinte mil leguas de viaje en submarino" o "Matar a un ruiseñor". Y en otros solo se observaban los nombres del autor "Rubén Dario", "Ayn Rand", "James Barrie" o "William Blake".
Pese a la diversa y rica literatura que se amontonaba en las viejas pero firmes estanterías del librero, había un libro que destacaba sobre todos ellos, era de múltiples tonos de dorado que iban desde el más claro al más oscuro y cuyo lomo presentaba una apariencia aterciopelada y reluciente, "Las palabras que nunca pronunciamos" versaba.

En ese preciso momento, un punzante y estridente sonido inundó la escena, era repetitivo y cada vez sonaba más y más fuerte, casi como si de una alarma de reloj se tratase. -Una alarma- Pensó una suave voz masculina, -¡¡UNA ALARMA!!- Se gritó la voz, y en un instante el acogedor desván desapareció. En su lugar todo se transformó en penumbra, una penumbra azulada; sobre una mesita de noche, proyectando una pequeña fuente de luz, se encontraba el origen de todo aquel escándalo, un reloj digital que no dejaba de marcar las 6:15 en un sin cesante parpadeo que se sincronizaba con el endiablado sonido que emitía. En un atontado movimiento de mano, un somnoliento chico, el dueño de aquella voz, detuvo la alarma. Mientras perdía su crispada y preocupada mirada entre los píxeles de los números del reloj, concentraba sus pensamientos en aquello que había observado antes de despertar -¡¿Cómo se atreve a dejarme ese libro?!, y lo más importante, ¡¿Cómo diablos ha encontrado mi desván?!- Se preguntó furioso.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Un nuevo resplandor

La noche caía, poco a poco el Sol se iba posando lentamente en el horizonte. Un pequeño, de mirada perdida y piernas temblorosas, se compungía aterrado ante la idea de que anocheciera. Las horas oscuras se avecinaban, los momentos inciertos, el desconcierto ante lo desconocido, todo eso que se esconde detrás de las tinieblas de la noche. Miedo, un miedo que subía por sus débiles tobillos y que a cada palmo que la luz retrocedía se clavaba más y más a su gastada piel, como si de un afilado cuchillo se tratase.
Conocía muy bien esa sensación, siempre que los rayos luminosos se esfumaban se avecinaba una cada vez más fría y cruda noche, cada cual más feroz y destructiva que la anterior.

Pero, éste no podía hacer nada… Tan solo era un pequeño y tembloroso niño... Lo único que podía hacer era soportar, esperar por ese nuevo Sol, que pronto volvería a renacer entre las macizas montañas que cada vez se miraban menos al final del paisaje de tonos verdosos. Esperar. Esperar por un nuevo resplandor.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Corre

En esta realidad en la que existimos, como bien sabemos, ocurren situaciones que nos hacen amar la vida con todos los átomos de nuestro cuerpo u odiarla con toda la repulsión y devastación que nuestra alma nos permite. Siendo realistas, hace falta que se den ambas sensaciones en la vida de cada persona, eso es lo que convierte la felicidad en ese algo tan especial y es por lo que esforzarse para cumplir una meta es tan gratificante.

Sin embargo, estamos rodeándonos como sociedad, unos más que otros, de un armazón de hedonismo que raya en el nihilismo. Nos estamos obsesionando con desaparecer todo aquello que supone perder comodidad y placer, todo aquello que signifique esforzarse. Estamos llegando a convertir una acción tan noble como el conocernos a nosotros mismos, en la excusa ideal para deshacernos de nuestros sueños y dejar de lado las obligaciones. Es la excusa perfecta para dejarnos caer en el egoísmo y en el tan famoso "Carpe Diem" o la forma como algunos modernos le llaman, "YOLO" ("You only live once", gracias a las líneas de un famoso rapero).
Todo ello nos lleva a convertirnos en una especie de aves carroñeras, deseosas de digerir experiencias sesgadas, simples superficialidades que son tomadas como verdades absolutas y es que, además, las acogemos como síntoma de que estamos siendo nosotros mismos, que nos estamos descubriendo. 

¡Ja! Dulces mentiras, torpes intentos de sentirnos especiales, diferentes y fuertes.
"Corre, Corre. Huye de todo aquello que te esclavice. Quémate en lo que nosotros, oh, grandes bohemios, libre pensadores, pensamos es vivir la vida. Huye de todo lo que conoces y crees, hasta que no quede más que un ser despersonalizado que no hace más que repetir lo que escucha. Ni se te ocurra cuestionarlo. Corre, Corre." Sandeces y disparates de niños, malagradecidos cabe decir, que juegan a saber qué es la vida. Memeces estúpidas que pretenden ser grandilocuentes apologías de libre pensamiento. No son más que frases inconexas y textos memorizados apilados en sus mentes, eso los convierte en no más que otro montón de borregos creyendo ser diferentes y especiales.
Fuerte es una persona que se esfuerza hasta el final, que no se detiene aunque la pendiente se incline y se llene de obstáculos insalvables, que desfallece por conseguir lo que desea. Especial es aquel que cuestiona todo aquello que pretende influirle, que  sigue su pensamiento hasta las últimas consecuencias. Esas personas son enormemente especiales, con diferencia, además. 

El problema, como siempre, no son las emociones es la idea que tenemos de éstas. Es esa falacia que se crea respecto a ellas. Falacias deseosas de mentes blandas para engatusar y engañar.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Pequeños

En esta vida todos nos proponemos cosas, deseamos hacer grandes proezas o alcanzar grandes éxitos.

Este blog sin embargo, era, otra vez, un intento humilde de expresar los millones de flashes que por mi mente discurren a lo largo de mis días. Muchos de ellos se ven aplastados por la rutina y al final no se convierten siquiera en palabras palpables. Hasta que, de nuevo, el lugar donde pensaba compartirlos, este blog, se ha quedado abandonado. 
Pero, lo que me lleva a escribir estas líneas, este soliloquio más bien pues dudo que quede alguien que lo lea, es un sentimiento de compromiso hacia mí mismo. Un intento de volver a intentar compartir todo aquello que escribo. Y lo sé, esto es solo un rincón, una esquina en el inmenso universo, una exhalación en la línea temporal, pero, quién sabe, pues no se trata de qué somos sí no de qué hacemos con lo que somos.

Y he tomado una decisión: hacer con lo que soy; con mis vivencias, pensamientos, sentimientos e impulsos; pequeños textos. En vuestra mano está reducirlos a diminutos o convertirlos en gigantes. Esa es la magia que sé y sabemos crear. Así que adelante de nuevo, al pequeño rincón donde los textos pueden ser deidades o simples reflejos de éstas, ese es el poder que poseemos.

(Espero haber transmitido un poco de esa emoción que me ha embargado esta noche el pensar que vuelvo a actualizar este rincón. Intentaré hacerlo todos los domingos. Un abrazo ^^)